moulin rouge

Entre Montmartre y Montparnasse (I). La Goulue, la musa de la Belle Époque

Por Elena Litvineko

El ambiente desenfrenado y variopinto del París nocturno en el umbral del siglo XX fue una fértil fuente de inspiración para muchos maestros del arte universal. La ciudad transpiraba excitación, era puro espectáculo, el lugar de trasgresión y desenfreno.

Los barrios de Montmartre y Montparnasse con sus cabarets, cafés y talleres de pintores se convirtieron en centros vitales de la vida bohemia. Desde sus orígenes en la Belle Époque hasta los locos 1920-s estos espacios fueron testigos de movimientos intelectuales y artísticos fundamentales para la historia del arte. Y sus protagonistas no solo fueron los artistas, también lo fueron sus modelos, sus amantes y sus musas.

Moulin Rouge, el cabaret más paradigmático de París, donde la diversión iba de mano con la libertad y el libertinaje, donde cualquiera, independientemente de su procedencia, podía beber champaña durante toda la noche y disfrutar del infinito baile de cancán inventado precisamente allí, atrajo muchas personalidades curiosas y peculiares. Probablemente la más famosa de todas fue la de Henri de Toulouse Lautrec, el artista de los bajos fondos por excelencia. Su condición física (padeció una enfermedad que afectaba el desarrollo de los huesos y no llegó a medir más de 1,50 metros), así como el rechazo por la clase alta a la que pertenecía, le llevaron a buscar consuelo en el alcohol y la amistad con las criaturas del submundo, a las que vio como sus iguales. Las largas noches que pasaba en el Moulin Rouge fueron fructíferas; conocemos el cabaret, sus visitantes y sus empleados a través de sus ojos.

Una de sus estrellas más rutilantes, La Goulue, conocida por sus piruetas obscenas, sus movimientos alocados y su descaro sin límites, fue modelo de muchas de sus pinturas, dibujos y carteles y se convirtió en una especie de obsesión para el artista.

La Goulue

Su verdadero nombre era Louise Weber (1866–1929). Nació en un hogar humilde, hija de un carpintero y una costurera. Su madre abandonó la familia cuando la niña apenas tenía tres años, y a los siete perdió a su padre.

Trabajó como lavandera, fue prostituta y modelo de postales eróticas. Se vinculó con Auguste Renoir, le posó para varias obras y a través de él comenzó a posar para otros pintores. En 1889 debutó como bailarina en el salón de baile Moulin de la Galette y finalmente en 1891 entró a Moulin Rouge, comenzando así una meteórica carrera que la convertiría en una famosa personalidad del mundo del espectáculo parisino. La Goulue fue sinónimo de cancán y del Moulin Rouge. Recibió su apodo, La Glotona, por la costumbre de terminar las bebidas de los clientes mientras bailaba frente a sus mesas.

Rica y famosa, vivió una vida extravagante y lujosa cambiando novios a cada rato. Los ahorros se acabaron pronto y tuvo que realizar varias giras por Europa. En 1895 tuvo un hijo de padre desconocido, decidió abandonar el Moulin Rouge y se convirtió en domadora de animales.

Al año siguiente montó su propio cabaret donde quería representar danzas orientales y pidió a su amigo Toulouse Lautrec que le ayudara a decorarlo.  Pero ya era demasiado vieja para bailar y la empresa acabó siendo un fracaso absoluto.

Así que volvió a ser domadora junto con su esposo, que dejó su oficio de mago para trabajar juntos en las ferias y circos. En dos ocasiones fueron atacados por animales escapando por poco de la muerte.

No se volvió a saber de ella hasta que alguien la vio, alcoholizada y deprimida, vendiendo cigarrillos en las calles de Montmartre. En 1925, en la reapertura del Moulin Rouge, la invitaron a bailar un tango. Un fantasma de lo que en otro tiempo había sido.

Pasó sus últimos años cuidando animales de circo viejos y enfermos y una multitud de perros y gatos callejeros. Sufrió un derrame cerebral y después de una agonía que duró diez días murió. Casi nadie asistió a su funeral en enero de 1929, pero en 1992 su biznieto trasladó sus restos al cementerio de Montmartre. El segundo funeral no pasó desapercibido: al mismo asistieron cerca de dos mil personas, entre ellas varias celebridades, provocando un gran revuelo mediático.

Cuentan que en su lecho de muerte le preguntó al sacerdote que vino a confesarla: “Padre, ¿Dios me perdonará? Soy La Goulue”.

La Goulue
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